Detalles y personajes olvidados del 9 de Julio

El Día de la Independencia, tiene una historia paralela lleno de curiosidades. Como el acto traducida al Quechua o el enojo del General San Martín

El día de la Indenpendencia Argentina, tuvo protagonistas alternativos y particularidades que quedaron en un segundo plano. Acá, recordarmos algunos.

La casa del horno

El lugar elegido para las reuniones fue la casa de Francisca Bazán de Laguna, una conocida vendedora de empanadas. Era una típica casa colonial del siglo XVIII, los ambientes de adelante se alquilaban para negocios de venta de mercadería. Ya dentro de la casa, la demolición de paredes permitió el uso de un salón de 15 metros por 5. Los muebles fueron prestados por los conventos de Santo Domingo y San Francisco. La casa fue comprada por el gobierno nacional en 1869 y se usó como oficina de correos. En 1880 se decidió restaurarla, cosa que se concretó medio siglo después.

Los mendocinos, primeros en llegar

Los diputados que representaron a Mendoza fueron los primeros en llegar a Tucumán y se convirtieron en los personajes fundamentales del Congreso al ser los intermediarios de las ideas del gobernador intendente de Cuyo, José de San Martín, que se encontraba abocado a la preparación del Ejército de los Andes

Busquemos un rey

Las sesiones del Congreso de Tucumán comenzaron el 24 de marzo de 1816 bajo la presidencia de Pedro Medrano; se resolvió que la presidencia sería rotativa y mensual. El primer debate fue la elección de Juan Martín de Pueyrredón, diputado por San Luis, como director supremo. Luego se discutió sobre la forma de gobierno. La mayoría de los congresales acordaba establecer una monarquía constitucional, es decir, buscar un príncipe europeo o volver a estar bajo la autoridad española bajo este régimen.

Mejor, un príncipe inca.

Belgrano propuso ante los congresales el establecimiento de una monarquía moderada, encabezada por un príncipe inca. Fue apoyado por San Martín, Güemes y los diputados del Alto Perú quienes propusieron que la capital del reino fuera el Cusco. Los enviados de Buenos Aires dijeron que la idea era “ridícula” porque no se aceptaría a “un rey en ojotas”. Pasaban los meses, las batallas entre monárquicos y republicanos se hacían cada día más intensas y no llegaban a un acuerdo.

San Martín, enojado

La demora en la declaración  de la independencia impacientó al gobernador intendente de Cuyo, José de San Martín. En una carta que le envió a Tomás Godoy Cruz decía: “Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia. ¿No le parece a usted una cosa bien ridícula, acuñar moneda, tener el pabellón y cucarda nacional y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos? ¿Qué nos falta más que decirlo? Por otra parte, ¿qué relaciones podremos emprender, cuando estamos a pupilo?”.

Traidores y remiendos de último momento

Aún quedaba “el inminente peligro de una futura anexión a Inglaterra o Portugal”. Por eso, el 19 de julio los diputados agregaron al texto y a la fórmula del juramento de la Declaración de la Independencia, la frase “y de toda dominación extranjera”, ya que algunos congresistas conspiraban en secreto para entregar el país a Portugal o Inglaterra. La declaración iba acompañada de un sugerente documento que decía “fin de la Revolución, principio del Orden” porque los congresales querían dar una imagen de moderación frente a Europa, que, tras la derrota de Napoleón, no toleraba la palabra “revolución”.

También te lo digo en quechua

El acta que declaró la independencia de nuestro país fue escrita en español y en quechua. Los historiadores dan cuenta que la influencia del idioma de los pueblos originarios del Norte y del Alto Perú tenían una fuerte presencia e influencia. El autor fue el congresal José Mariano Serrano, de Chuquisaca. El primer párrafo comenzaba así: “Kay sumaq ancha kamayoq San Miguel Tukmanmanta hatun llaqtapi, waranqa pusaq pachak chunka soqtayoq wataq qanchis killaq isqon p`unchayninpi llaqtancheqrayku qhawanankupaq…”

Baile, romance y novias

Luego de la Declaración de la Independencia, el salón que ocuparon los congresistas en la casa de Francisca Bazán de Laguna se llenó de vestidos, mujeres y música. Una pequeña orquesta puso las notas a los minués y pasodobles, mientras que algunos guitarreros animaron las zambas. Entre los bailarines, que usaban un gorro frigio -símbolo de la libertad-, destacó Manuel Belgrano, que esa noche se enamoró de Dolores Helguera, la futura madre de su hija. En el transcurso del baile, Lucía Aráoz, una nena de nueve años fue coronada como reina de la celebración y durante toda la vida la llamaron “la novia de la Patria”. El 25 de julio se organizó un baile para todos los habitantes de Tucumán, que fue prologado por un desfile militar y varios discursos patrióticos.

Los piratas y la independencia

Las andanzas del francoargentino Hipólito Bouchard permitieron que las Islas Hawai, una nación monárquica,  reconociera la independencia argentina en 1818, siendo el primer país en hacerlo. Bouchard con la fragata “La Argentina” dio la vuelta al mundo y tras conseguir el reconocimiento del rey hawaiano Kamehameha, atacó la costa californiana del Virreinato de Nueva España (hoy México) y se apoderó de Monterrey, donde ondeó la bandera argentina durante tres días. Portugal reconoció nuestra independencia en 1821 y Estados Unidos en 1822. En 1823 Francia envió representantes a Buenos Aires para negociar el reconocimiento de la independencia. En 1824 el Foreign Office comunicó a sus representantes en Europa que había reconocido la independencia de Buenos Aires. España recién nos reconoció como independientes en 1863. La primera independencia de Latinoamérica fue la de Haití el 1º de enero de 1804.

Un congresal, una calle

La mayoría de los congresales eran clérigos u hombres de leyes porque eran las profesiones típicas de las clases sociales más altas. Los congresales cobraban un sueldo de $ 100 mensuales, y para tener una idea real del monto, el personal de maestranza recibía $ 6 por mes.

A caballo, con la independencia a cuestas

El teniente Cayetano Grimau y Gálvez fue el encargado de llevar la noticia de la independencia a Buenos Aires. Cabalgó durante nueve días y llevó el Acta de Declaración de la Independencia dentro de un cuero de cabrito cosido y lacrado. En Buenos Aires se realizó un acto público en la actual Plaza de Mayo, el 13 de septiembre de 1816. La Plaza, el Cabildo y la Pirámide fueron adornados con banderas y cintas. El resto del país recibió la noticia mediante copias del Acta de la Independencia que se enviaron a través de chasquis. El Congreso imprimió 3 mil ejemplares, de los cuales la mitad estaban escritas en castellano, mil en quechua y 500 en aymará.