Los latinoamericanos del Estado Islámico

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Por Agustín C. Dragonetti

Periodista especializado en Seguridad y Defensa

Estamos asistiendo a la batalla por el control de la ciudad iraquí de Mosul, capital de facto desde 2014 del autoproclamado califato del Estado Islámico, o ISIS (por sus siglas en inglés, Islamic State in Iraq and Syria) o Daesh, un acrónimo árabe que se utiliza despectivamente para referirse al grupo. La dura batalla del Ejército iraquí, con apoyo de la Coalición Internacional liderada por los Estados Unidos, pashmergas (milicias kurdas) y milicias chiítas, con apoyo iraní, contra el EI, está entrando en su fase final y la derrota del grupo yihadista en Irak, aunque lenta, es casi un hecho consumado en el corto plazo.

Lo que seguirá a la caída del Estado Islámico en Irak será más duro aún: la campaña -que ya comenzó- para la recuperación del territorio que, a pesar de los intensos bombardeos estadounidenses y rusos y la ofensiva por tierra del Ejército sirio y los pashmergas kurdos, todavía posee el EI en Siria.

De hecho, cientos de milicianos del EI huyen de Mosul (sembrando su retirada con centenares de ejecuciones de civiles) para reagruparse en la ciudad de Raqqa (capital del “califato” en Siria). Los milicianos del EI también huyen hacia Turquía y hay informaciones que lo hacen asimismo por Jordania.

La pregunta que deberíamos formularnos los países que estamos lejos de la zona del conflicto es, ¿existe la posibilidad que, una vez derrotado, el Estado Islámico traslade sus operaciones terroristas al exterior de Irak y Siria, particularmente a América Latina?

La repuesta es si, pero requiere un minucioso análisis.

En un mundo globalizado, las fronteras se acortan. Por supuesto que no en términos territoriales, pero sí en la circulación de la información en tiempo real a través de internet, los intercambios (comerciales y humanos) y hasta en las corrientes doctrinarias y de pensamiento.

Si bien la presencia de occidentales, en su mayoría europeos, combatiendo en las filas del Estado Islámico es un hecho puntual, también los hay latinoamericanos, como lo señaló la ex presidenta brasileña Dilma Rousseff, que reconoció que tres de sus ciudadanos se afiliaron al EI.

En este último punto, quiero hacer hincapié. Más de 15 mil combatientes extranjeros provenientes de 84 países, de los cuales 3400 son occidentales, combaten para EI.

La gran mayoría de los extranjeros fue reclutada a través de las redes sociales y páginas relacionadas con el extremismo yihadista, pero rara vez se produjo la captación en las mezquitas. Los motivos por el que se unen al EI los occidentales son distintos, según la idiosincrasia de los países de origen de los combatientes.

Un dato revelador indica que la franja etárea de los extranjeros en EI va de los 15 a los 24 años, el momento en que los adolescentes enfrentan los enormes desafíos a la hora de formar su personalidad.

Según el especialista en terrorismo de la Universidad de Oxford, Scott Atran: “el Estado Islámico representa la punta de lanza del más dinámico movimiento revolucionario contracultural desde la Segunda Guerra Mundial con la mayor fuerza de combate”. Tal vez sean los casos de las adolescentes británicas Kadiza Sultana, de 17 años y Shamima Begum y Amira Abase, de 15 años. Shamima y Amira se casaron con milicianos del EI. Kadiza murió durante un bombardeo ruso en Raqqa, cuando estaba preparando su salida hacia Turquía.

 

Argentinos en el Estado Islámico: ¿realidad exagerada?

En agosto de este año, el ex secretario de Inteligencia durante el gobierno de Eduardo Duhalde, Miguel Ángel Toma, declaró a la agencia DyN que “hoy tenemos por fuentes de inteligencia muy confiables, la certeza de que existen muchos latinoamericanos combatiendo en el ISIS. En Siria, especialmente. Muchos de los cuales son argentinos”. Y agregó: “son hijos de familias de origen árabe y de religión musulmana, que salieron de la Argentina y están en el exterior entrenándose. Eventualmente, en cualquier momento, pueden ser reinsertados a su país de origen, en este caso Argentina. Ahí está el riesgo de la comisión de atentando”.

Un mes después, el secretario de Seguridad de la Nación, Eugenio Burzaco, retomó el tema. En una entrevista dada al periódico misionero “Primera Edición”, dijo: “mediante un trabajo profundo hemos detectado argentinos que se han formado en ISIS. Y eso es algo que realmente nos preocupa, porque sabemos que han estado en zonas calientes del conflicto, en Siria o el norte de Irak”. Y añadió que “hay ciudadanos que han ido y han vuelto al país o a países vecinos como Uruguay”. Un día después, Burzaco tuvo que desdecirse de sus declaraciones, a raíz de su disputa por el tema -entre otras cuestiones internas- con su superior, la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich.

¿De dónde sacaron la información Toma y Burzaco? Si en Argentina los servicios de inteligencia funcionaran haciendo inteligencia estratégica, con fuentes confiables y agentes desperdigados por el mundo haciendo investigación de campo, diría que la información que manejan el ex funcionario y el secretario de Seguridad es A1 (información confiable y confirmada).

Como en el país los servicios de inteligencia no realizan análisis internacionales propios, sino que se basan en artículos de medios periodísticos o en la interrelación con otras agencias extranjeras que, generalmente, proporcionan información de segunda mano, la calificación que utilizaron es C6 (información regularmente confiable cuya exactitud no puede ser juzgada). Dicho en un lenguaje manos técnico, basaron sus declaraciones en notas periodísticas y en informes totalmente desactualizados.

Miguel Ángel Toma replicó, usando sus palabras, un informe publicado el 8 de diciembre de 2015 por el think tank privado estadounidense The Soufan Group, que brinda servicios de inteligencia estratégica, capacitación y servicios de seguridad a gobiernos, organizaciones multinacionales y empresas. El título del paper era “Foreign Fighters: An Updated Assessment of the Flow of Foreign Fighters into Syria and Iraq” (“Combatientes extranjeros: una evaluación actualizada del flujo de combatientes extranjeros en Siria e Irak”).

A su vez, la información que suministra The Soufan Group acerca de los argentinos en el Estado Islámico provino de un estudio realizado en el año 2012 por el centro británico de estudios estratégicos IHS Jane’s. ¿Qué dice dicho informe? Sintéticamente, que entre los combatientes latinoamericanos en Siria había 23 argentinos.

Pero no como combatientes, sino como muertos durante los combates cerca de Damasco. Teniendo en cuenta que oficialmente el grupo yihadista adopta su nombre en abril de 2013, los argentinos caídos en combate un año antes no pertenecían al Estado Islámico, sino tal vez eran integrantes del Frente Al Nusra, enfrentado al EI, ya que no pretende instituir una yihad global, sino ceñirla a Siria y, parcialmente, a El Líbano, donde Al Nusra (sunnita), se enfrenta a Hezbollah (chiíta).

En cuanto a las desafortunadas declaraciones de Eugenio Burzaco -que las hizo a pocos días del comienzo de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro-, también se basaron en informaciones desactualizadas y en un artículo del sitio de noticias ruso Sputniknews.com, citando “fuentes del Servicio de Inteligencia Argentino”.

Por supuesto que hay hechos que alertan, como que uno de los tres kamikazes que no llegó a inmolarse en los atentados de noviembre del año pasado en Francia, que dejaron 137 muertos y decenas de heridos, habría hecho una llamada a un número argentino, un dato que reveló el Centro de Inteligencia y de Situación de la Unión Europea.

Muchas de esas llamadas fueron encriptadas por Viber, Telegram y Whatsapp, por donde se acordaban pasajes, hospedajes y dinero. Según precisó el informe, todo era coordinado por Abu Ahmad, jefe del grupo responsable de los ataques, Amn al Kharji.

Que tal llamada se haya producido, no implica necesariamente que haya células dormidas en Argentina. No obstante, hay que analizar ese número de teléfono para alejar una potencial amenaza.

También cabe recordar la condena a ocho años de prisión al santiagueño César Raúl Rodríguez, alias “Cebollero”, al cual la justicia española encontró culpable de integrar una célula vinculada al terrorismo islámico. Rodríguez (que se había convertido al islam para poder casarse con una española de origen marroquí) cayó preso durante un gran operativo antiterrorista llevado a cabo en España durante el cual se detuvo a personas que supuestamente formaban parte de la llamada Brigada Al Andalus.

Para la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional española, quedó acreditado que el argentino era uno de los encargados de reclutar y formar a los futuros combatientes que se sumarían a la yihad o guerra santa en Siria.

 

Latinoamericanos en el EI

Si bien la presencia de occidentales, en su mayoría europeos, combatiendo en las filas del Estado Islámico es un hecho puntual (según los últimos estudios, los países que más han aportado combatientes al EI son: Rusia, 800;  Francia, 700; Reino Unido, 500; Alemania, 300; Australia, 250; Bélgica, 250; Holanda, 120; Dinamarca, 100; Estados Unidos, 100; España, 51; Noruega, 40; Canadá, 30, Finlandia, 30; Suecia, 30; Irlanda, 25; Suiza, 10), también los hay latinoamericanos, como lo señaló la ex presidenta brasileña Dilma Rousseff, que reconoció que tres de sus ciudadanos se afiliaron al EI.

De los 150 mexicanos que dio a conocer IHS Jane’s, se supo que murieron 65 y se desconocía el paradero de cuatro de ellos. El más conocido era Abu Hudaifa al Meksiki (“al Meksiki” era el nombre de guerra y significaba “el mexicano”), que murió en la ciudad kurdo-siria de Kobane, a mano de los combatientes kurdos.

En mayo de este año, el diario británico The Daily Star publicó las declaraciones del diplomático Arthur Snell, que sostuvo que unos 100 musulmanes de Trinidad y Tobago habían viajado a Siria para unirse al EI. También apareció en noviembre del año pasado un video donde un hombre, identificado como “Abu Zayd al-Muhajir”, afirmó que había huido de su patria porque los musulmanes en Trinidad y Tobago estaban restringidos en lo que podían hacer.

Otro combatiente entrevistado en el video de once minutos, “Abu Khalid”, dijo que se había convertido al islam debido a “la forma en que los musulmanes se preocupan por sí mismos, cómo se preocupan por sí mismos, por su estructura familiar”.

Dijo que sentía no pertenecer a Trinidad y Tobago y que después de leer secciones del Corán, “comenzó a entender que luchar es algo que se ha prescrito a los musulmanes”.

Los informes de trinitenses que hicieron el viaje a Siria para luchar en el EI surgieron por primera vez en 2015 cuando el ex ministro de seguridad de la república isleña, Gary Griffith, afirmó que alrededor de 30 ciudadanos eran ahora combatientes terroristas.

Las Naciones Unidas también han advertido que el país está siendo utilizado como un terreno de reclutamiento para el grupo terrorista.

De los chilenos identificados como afiliados al EI, solo se conocieron dos casos: el de Francis Carolina Peña Orellana, arrestada en Barcelona en 2014, cuando tenía planificado viajar a Siria, y el de Bastian Alexis Vásquez, conocido como “Abu Safiyya”, quien se hizo famoso por un video en el que llamaba a la yihad global.

El yihadista chileno
El yihadista chileno

El cuerpo de Vásquez, hijo de emigrantes chilenos y nacido en Noruega, fue identificado en enero de 2016 por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de España, aunque no se supo la data de su muerte.

Como hemos visto, ningún país está exento de ser víctima de un ataque terrorista, mucho menos en un mundo globalizado, tal cual lo hemos padecido los argentinos con las voladuras de la embajada de Israel y la AMIA, en 1992 y 1994, respectivamente. El análisis con información calificada, los controles y la inteligencia adecuada son las herramientas con las que los estados pueden protegerse. Exagerar o negar la realidad, solo perjudicarán el accionar de las fuerzas de seguridad y generarán situaciones de intranquilidad en la población. Después de todo, de eso se trata la seguridad: prevenir para no tener que actuar.

 

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