Si seguimos haciendo lo mismo, obtendremos los mismos resultados

Con demasiada frecuencia nuestra sociedad padece la pérdida de vida o lesiones graves de uno de sus integrantes en un siniestro vial. Y es tal la frecuencia que se ha constituido en la principal causa NO natural de muerte y lesiones de nuestra sociedad.
Frente al siniestro vial o a la suma de los mismos se genera una reacción colectiva que demanda soluciones.

Pero esa reacción lógica (ya que no es moralmente tolerable la muerte o la discapacidad sobreviniente de un siniestro del tránsito) es tan fuerte como efímera (tanto que asombra el nivel de tolerancia que poseemos como sociedad para soportarlo).

Durante esa reacción se escuchan diversas propuestas (que inevitablemente volverán a sostenerse en futuras reacciones).

Es como un círculo vicioso… que no nos permite encontrar la salida al problema.

¿No será consecuencia de considerar (consciente o no) al siniestro vial como un hecho simple? Y por eso pretendemos una solución simple.

“Esto se soluciona con más y mejores caminos”,  “debemos hacer vehículos inteligentes” proponen unos.

Pero ¿no es que el 90 % de los siniestros se deben al factor humano?

“Necesitamos educación vial” proponen otros. Pero y entendiendo que educación vial no es aprender las señales, ¿qué hacemos mientras tanto, porque la educación en valores necesariamente lleva tiempo? Transformar una cultura de “fatalidad” por una de prevención demanda programas sostenidos y permanentes.

“Un control estricto y sanciones muy fuertes es lo que se necesita” proponen algunos. Pero ¿es viable suponer un agente del tránsito por cada usuario de la vía pública, como una suerte de ‘angel guardián’?

Parece ser que el siniestro vial no es un hecho simple sino resultado o consecuencia de una cadena de errores de gran complejidad.

Y merece, por ende, una solución compleja: diseñada, ejecutada y evaluada en forma permanente (es decir un Programa) en la que todos nos comprometamos y que el estado lidere en forma inclaudicable.

Mejores caminos, mejores vehículos y mejores peatones y conductores son objetivos de un verdadero Programa que brinde respuestas complejas a una problemática compleja.
Ahora bien, para diseñar, implementar, evaluar y aún corregir dicho Programa, se requiere de la máxima voluntad de la dirigencia de una sociedad, expresada en una política de Estado.
Como desde el ISEV hemos afirmado que “una preocupación final nos merece la consideración de la escasa o nula (por lo menos identificable) caracterización de políticas de Estado en Seguridad Vial. No caben dudas respecto a la aplicación de políticas de Gobierno en la materia (programas y acciones llevadas a cabo por quien ejerce el poder), pero no se ha logrado una expresión acorde a ello de los sectores o partidos políticos con expectativa a ejercerlo en el futuro y ello obviamente preocupa.

La transformación definitiva, en un largo proceso, de esa cultura fatal por una cultura preventiva deviene esencial la garantía de continuidad (con las correcciones que eventualmente sean necesarias) expresada en una verdadera política de estado.”

Persistir en temperamentos “individuales” donde todo lo que hizo el otro no sirve (por el sólo hecho de ser el “otro”) y empiezo todo de nuevo (haciendo lo mismo desde un principio) nos conducirá siempre al mis resultado nefasto.
Deberíamos sacarnos las vendas,  ver entre todos el problema que nos mata y lesiona y comprometernos a seguir una política y un programa de soluciones, prescindiendo de quien en la oportunidad lidere la fila.

Dr. Eduardo Bertotti
Directivo Instituto de Seguridad y Educación Vial