¿Tenemos una Responsabilidad Social Emocional?

¿Somos conscientes de lo que inspiramos en los demás, de cómo se quedan las personas que nos cruzamos en nuestro día?

Por Pablo Cavalieri Iribarne
Licenciado en Administración (UBA), coach y facilitador de experiencias transformadoras

Una mañana soleada el señor Juan Carlos Barba iba en su vehículo rumbo a su oficina y se detuvo en la fila para cruzar la barrera de ese siempre extenso tren. Estaba de buen humor escuchando música y su cabeza deambulaba en el partido de golf que jugaría el sábado por la mañana.

De repente, un conductor de los que nunca faltan, evita hacer la fila avanzando de contramano para pasar primero y esquivar la ordenada espera. El ánimo de nuestro amigo Barba empezó a cambiar levemente.

¿Cómo puede haber personas que no respeten a tantas otras personas?

Después de varios minutos de espera, la impaciencia colectiva hizo que varios nuevos llegados al lugar, engrosaran la lista de los contramaneros y ya se veía que al abrir la barrera el tema iba a empeorar, ya que de frente estaban esperando otros tantos vehículos atravesados.

A esta altura el ánimo de Juan Carlos difería radicalmente y seguía pensando en el golf, pero en realidad quería partirle el imaginario palo Par 6 a cada uno de los ocasionales compañeros de ruta.

Casi 25 minutos después, el señor Barba llegó terriblemente ofuscado a la oficina.

Los autores materiales de su nuevo humor, nunca se enteraron de su efecto, pero los empleados de Juan Carlos sufrieron sus consecuencias. En sus reuniones matinales y para empezar, se cruzó feo con el contador y con el equipo de ventas. Ni hablar cuando la mujer lo llamó por teléfono para comentarle que venga temprano porque venía su hermana.

¿Somos conscientes de lo que inspiramos en los demás, de cómo se quedan las personas que nos cruzamos en nuestro día?

El propósito de este artículo es que tomemos real consciencia de cómo funciona nuestro contenedor emocional y como se lo volcamos al mundo.

Las personas nos movemos con un motor de tres engranajes. Nuestros pensamientos, nuestras acciones y nuestras emociones.

Tenemos el control de nuestros pensamientos, ya que podemos direccionar una idea y pasar a la siguiente cuando lo deseamos. Tenemos el control de nuestras acciones, ya que nuestro cuerpo responde a nuestros estímulos pero no podemos manejar de la misma manera nuestro engranaje emocional. Generalmente la emoción se ve alterada por un hecho externo. Responde a sucesos positivos con emociones positivas y ante hechos que no son de nuestro deseo, con emociones negativas.

Lo revelador en este punto es saber que cada uno de nosotros es el hecho externo de nuestro entorno. O sea que tenemos una Responsabilidad Social Emocional que la podemos usar a favor o en contra de aquellos que conviven con nosotros

No hace falta nada para transmitir emociones. Ni siquiera hace falta hablar. Una mirada, una expresión, una sonrisa de burla o una mueca cómplice alcanza y basta. Podemos contagiar pasión, optimismo y conectar a la persona con su mejor versión o podemos contagiar preocupaciones, angustia y limitarlas lo más posible.

La Responsabilidad Social Emocional tiene que ver con ser consciente del agua que servimos a nuestros vecinos. ¿Ellos se quedan con la sensación de un futuro esperanzador o con una piedra de 500 kilos?

¿Qué agua derramamos en nuestra familia, con nuestros amigos o en nuestro trabajo?

Ahora que seamos realmente conscientes de todo lo que inspiramos en los demás tenemos dos caminos. Seguir como hasta ahora sin darnos cuenta de nuestros efectos o podemos fluir para conectar al otro con su magia y contribuir realmente a que todos vivamos en un ambiente mucho mejor.

El mundo y tu entorno te estarán infinitamente agradecidos.

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