Después de octubre, se necesita una nueva construcción política

Por Sergio Berensztein
Director de Berensztein Consultora de Estrategia Política

Al hacer una lectura entre líneas de los resultados de las PASO, la más relevante de las consideraciones explica que el Gobierno, si bien sale fortalecido, ratifica su estatus de primera minoría. Cambiemos se consolida como la única fuerza nacional, pero eso no es suficiente para darle estabilidad al sistema político argentino.

Sería un gran aporte al equilibrio sano del sistema político que el resto de las minorías de la sociedad, que están muy fragmentadas, tengan una representación política adecuada que canalice las demandas y contribuya a generar políticas públicas sustentables.

Se trata, por un lado, de atender la agenda estructural de la Argentina, pero también de satisfacer demandas de corto plazo.

Para que eso ocurra, la oposición debe ser capaz de ir llenando el actual vacío de poder, que está generado, naturalmente, por la fragmentación de la vieja coalición kirchnerista, que tuvo su punto más alto en las elecciones del 2011, pero que a partir de allí se fue resquebrajando.

Peronismo tradicional, por un lado, movimientos sociales, por el otro; sectores que quedan leales a Cristina Kirchner, etcétera, pero el eclipse kirchnerista marca una estela de fragmentación que deja un vacío de representación de múltiples sectores, que quedan como a la deriva.

Antes de las primarias existía la impresión de que la denominada Liga de Gobernadores justicialistas podría ir llenando de a poco y, al menos transitoriamente, ese vacío, y contribuir, al mismo tiempo, no solamente a la gobernabilidad sino a la renovación partidaria.

Pero la derrota de gobernadores clave, como Juan Schiaretti en Córdoba, es un golpe de proporciones a aquel desarrollo esperable.

Esto ahora queda en manos de gobernadores de provincias, sobre todo del norte -Juan Manuel Urtubey (Salta), Juan Manzur (Tucumán), Lucía Corpacci (Catamarca), Sergio Uñac (San Juan), Domingo Peppo (Chaco)-, que no tienen la masa crítica, sobre todo en los grandes distritos urbanos.

No se ve en esos líderes provinciales norteños la capacidad como para, de alguna manera, convertirse en aliados y en un factor de poder que contribuya al doble propósito de reconstruir un peronismo democrático y republicano, además de darle al Gobierno la posibilidad de capitalizar esa primera minoría, con acuerdos sustentables con líderes legítimos y representativos de la oposición.

Para que la Argentina entre en una senda de desarrollo sustentable, la clave es dos actores o más que bailen el tango.

Y la fragmentación que se presenta enfrente del oficialismo genera dificultades para establecer horizontes de previsibilidad en materia de políticas públicas.

El dictamen de Morgan Stanley Capital Investments, que explicaba por qué la Argentina no salía del estatus de “país fronterizo” para pasar a “país emergente”, se basaba en que el programa del Gobierno parecía razonable pero que no había una garantía de sustentabilidad, además de que se debían pasar las elecciones legislativas.

El Gobierno parece salir fortalecido de estos comicios primarios, si se confirma el resultado en las generales de octubre, pero eso de ninguna manera es condición suficiente; es necesaria, pero no suficiente.

Para que se cumpla el otro requisito, el de darle sustentabilidad a las reformas, hace falta que la oposición se consolide, y la pregunta es quiénes van a liderarla, y hasta qué punto el Gobierno puede definir un conjunto de estrategias de incentivos selectivos para facilitar ese proceso de recambio de liderazgos dentro del PJ.

Hay una construcción política que se requiere después de las elecciones de octubre para conformar un entorno de más estabilidad, de mayor previsibilidad, de políticas y de reglas que fortalezcan este intento del Gobierno de modernización gradual con acuerdos políticos de corto, mediano y largo plazo.

Es decir, acuerdos que permitan, efectivamente, dar la idea de no reversibilidad a las políticas de cambio que está encarando la Argentina.