El mundo recibe el paro internacional de mujeres por el 8 de marzo

Por María Sahuquillo – El País, España

Ciento sesenta y nueve años. Sí, 169. Es el tiempo que falta para que se alcance la igualdad económica entre hombres y mujeres, una de las variables más medibles del desequilibrio de género.

El 8 de marzo hay poco que celebrar y mucho por lo que luchar

En pleno 2017, una radiografía de la situación todavía muestra un mundo abrumadoramente desigual; un planeta que discrimina a la mitad de sus habitantes y en el que ellas son mucho más vulnerables.

En el que cada 10 minutos una mujer es asesinada a manos de su pareja o ex pareja, donde una de cada tres ha sufrido una agresión sexual, ellas cobran menos que sus compañeros varones por un trabajo de igual valor, y donde todavía hay países que impiden a las casadas tener un pasaporte propio.

Por eso, el 8 de marzo, día internacional de la mujer, organizaciones de todo el mundo han llamado a secundar un paro laboral (parcial, en algunos casos) y total de consumo y de cuidados. También a marchar para reivindicar la igualdad real.

Con el lema #nosotrasparamos #womenstrike #8MParo o #mujeresenhuelga han programado paros y movilizaciones en unos 50 países, con especial fuerza en América Latina, un continente con graves problemas de violencia contra las mujeres y donde a raíz del movimiento Ni una menos, la lucha por la igualdad ha cobrado fuerza. Se trata de tratar de mostrar —vestidas de negro o colores oscuros, además— qué ocurriría si desaparecieran las mujeres.

Si cesasen de trabajar, de consumir, de prestar sus cuidados. En España, donde como apunta la Coordinadora Feminista de Madrid, las organizaciones han llamado a vestir un brazalete morado para mostrar el apoyo a la iniciativa.

El 8 de marzo hay poco que celebrar y mucho por lo que luchar, apunta Malgorzata Jonczy Adamska, psicóloga y pedagoga de origen polaco que vive en Noruega y que, como muchas de sus compañeras, va a secundar el paro.

“Cada mujer y niña debe tener derecho a la educación, a una vida sin violencia, acceso a anticonceptivos seguros y baratos y al aborto seguro”, insiste. Esta reclamación, que debería sonar a antigua no lo es. Sobre la mesa, la cifra de los asesinatos machistas, el indicativo más extremo de la desigualdad de género.

En España, 16 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas en lo que va de año. En Argentina asesinan a una mujer cada 30 horas. En Alemania, son más de 300 los crímenes machistas al año.

Y pese a que se han producido avances, todavía hay países que carecen de una legislación específica sobre violencia contra la mujer.

O que, como Rusia, han dado un paso atrás y han despenalizado parte de este tipo de agresiones; todo ello pese a que la violencia machista es allí un gravísimo problema. “Tenemos derecho a vivir tranquilas, sin preocuparnos por nuestra ropa ni nuestras costumbres, y me niego a aceptar ningún tipo de maltrato machista”, reclama la activista rusa Tatiana Sukharev, una de las organizadoras de paro en su país.

El paro convocado no es algo inédito. Tiene su antecedente histórico en la Islandia de 1975, cuando las mujeres dejaron de trabajar, de llevar a los niños al colegio, de ir a la compra o hacer la comida. Ese viernes de octubre, el 90% de ellas salieron a la calle para manifestarse por la igualdad. El país se paralizó. Por completo.

Un día histórico que hoy se conoce como el ‘día libre de las mujeres‘. Y tuvo su efecto: en un país donde sólo el 5% de las bancas del parlamento estaban ocupados por mujeres, cinco años después se elegía a una presidenta.

En Polonia, en 2016, se imitó la huelga de mujeres. Miles de polacas cesaron de trabajar y salieron a la calle contra la intención del Gobierno de endurecer la ya de por sí restrictiva ley del aborto. Vestidas de colores oscuros conmemoraron así, de luto, el Lunes Negro. Y lograron que el Ejecutivo diese marcha atrás y no tocase la ley.

Una semanas después fueron las mujeres en Argentina —y también muchos hombres— quienes se movilizaron en el Miércoles negro contra la violencia de género y su expresión más extrema, los feminicidios. Su lema #NiUnaMenos se ha convertido en todo un símbolo.

En pleno siglo XXI, las paquistaníes casadas no pueden registrar un negocio sin permiso de su esposo.

Tampoco las congoleñas, que como las nigerinas además no pueden abrir una cuenta del banco sin la firma de su cónyuge; la misma discriminación que afrontaban las mujeres españolas durante el franquismo.

En Afganistán, Malasia, Omán, Arabia Saudí, Yemen y otros 12 países las mujeres no pueden salir del país sin permiso de sus maridos.

En 32 países, las mujeres casadas ni siquiera pueden tener pasaporte propio (Malí, Jordania, Irak, entre otros).

En Bolivia, Camerún o Guinea existen leyes que marcan que las mujeres casadas necesitan el permiso de sus esposos para firmar un contrato de trabajo. En lugares como Líbano no pueden traspasar su nacionalidad a los hijos.

La radiografía suma y sigue.

Más de 50 millones de niñas no van al colegio en el mundo —la mayoría de ellas en países de África, según datos de Unicef—, un derecho fundamental sin el que su futuro estará gravemente limitado. Y aunque en algunos países el acceso ha mejorado y se están derribando barreras, otros interponen duros escollos en ese camino hacia la igualdad.

Como Sierra Leona o Guinea Ecuatorial, donde una ley prohíbe a las chicas embarazadas ir al colegio por si “contagian” a sus compañeras.

En ese último país, incluso, obligan a las menores a someterse a un test de embarazo para poder matricularse. En otros Estados, estas barreras no son legales, pero las menores embarazadas son tan gravemente estigmatizadas que terminan por abandonar la escuela. Y la inmensa mayoría nunca vuelve.

Un doble castigo en un mundo en el que más de 220 millones de mujeres en edad reproductiva y que conviven con sus parejas no tienen acceso a métodos anticonceptivos modernos, pese a que no desean quedarse embarazadas, según datos de la Agencia de la ONU para la Población y Desarrollo (UNFPA).

El aborto está todavía prohibido en más de una decena de países (cinco de ellos en América Latina) y los ataques al derecho de la mujer a decidir sobre su maternidad no sólo no cesan, sino que se han recrudecido.

Los datos no engañan.

A nivel mundial, las mujeres sólo ganan 77 céntimos por cada dólar que ganan los hombres por un trabajo de igual valor, según datos de la ONU. Algo que es, según apunta esta organización, la causa fundamental de desigualdad en términos de ingresos a lo largo de toda la vida.

También de la brecha de las pensiones. La desigualdad, la discriminación, pervive hasta el último momento.