Vidal presiona para repartir el ajuste y toma la bandera del nuevo discurso oficial

Dicen en el gobierno bonaerense que hicieron y deshicieron el Presupuesto 2019 no menos de diez veces. No se trata de correcciones de última hora ni surgidas de las esperables negociaciones con la oposición. La resultante de esas proyecciones erráticas tienen que ver con la volatilidad de la economía y además, con algunas negociaciones que María Eugenia Vidal pretende coronar con la Nación.

La mandataria está peleando para conseguir una compensación de 19 mil millones de pesos que mitigue en parte el ajuste de entre 25 y 30 mil millones de pesos que le tocará absorber por la transferencia de los subsidios al transporte. Con la vía legislativa clausurada por la oposición del resto de los gobernadores, ahora busca un compromiso de la Casa Rosada que todavía no llega.

Ese impacto obligará a la Provincia a meter mano fuerte en sus gastos. Vidal ya alineó a la Legislatura para que se ajuste el cinturón en unos 2.500 millones de pesos. La pulseada con otro poder del Estado le estaría costando un poco más. Se dice que la Justicia estaría reclamando una mejora en sus recursos para el año que viene, pero que el lápiz rojo de Economía no sume mueve del 4 por ciento del total de los fondos bonaerenses frente a un planteo de no menos de 3 puntos más.

Al área de Infraestructura le espera poco y nada. “Obras nuevas, muy pocas”, dicen en el Ejecutivo. Sí, en cambio, se sostendrán los proyectos en marcha aunque el aumento de los costos producto de la disparada del dólar obligará a renegociar la mayoría de los contratos.

La austeridad, en sintonía con estos tiempos de vacas flacas, será uno de los rasgos distintivos de un proyecto que demora en ver la luz: ahora se dice que recién ingresaría a la Legislatura en la primera semana de noviembre.

Aquellas turbulencias no sólo están frenando la definición del Presupuesto. Dispararon una cumbre nacional de Cambiemos en la apremiante búsqueda de un gesto de unidad frente a la crisis por la que atraviesa el Gobierno.

Vidal apareció en esa reunión junto a Marcos Peña, con quien mantuvo una serie de diferencias en los últimos tiempos en relación al esquema de apoyatura política en sectores del peronismo que, a su juicio, debió ensayar el gobierno nacional en medio de la incertidumbre. Fue la encargada de sostener la renovada línea discursiva oficial que pasará por dos tópicos: mostrarse cerca de la gente frente a los problemas y describir sin eufemismos la acuciante realidad. “Hay que hablar con la verdad”, graficó.

La Gobernadora fue enfática en ese mensaje, tanto como en su respaldo al Presidente. “Vi a muchos dar buenas noticias, pero ninguno dando la cara y poniendo el cuerpo como Mauricio”, completó.

Ese énfasis contrastó con el clima que se vive en el oficialismo y que se trasladó a esa cumbre en territorio porteño. “Es indudable que no hay una mística como antes”, describió uno de los bonaerenses que estuvo en Parque Norte. También sorprendió que por momentos se viera alterada la tradicional pulcritud del PRO en este tipo de actos y que algunos asistentes hablaran ensimados con los dirigentes.

Acaso ese clima terminó venciendo resistencias y allanó el camino para evitar una elección interna en el radicalismo bonaerense. La pelea por la conducción partidaria no surgía como un menú apetecible en medio del malhumor social por la marcha de la economía.

Daniel Salvador, que representa el ala acuerdista del radicalismo con el PRO, seguirá al frente del partido centenario y evitó en base a una serie de acuerdos, postergar las aspiraciones del intendente Gustavo Posse de terciar fuerte en el partido.

El alcalde de San Isidro amagó con dar la pelea y se quedó con las ganas de tener un lugar en la mesa de conducción, pero el gesto debería ser interpretado como una posible apuesta a futuro en tándem con algunos dirigentes como Federico Storani y Juan Manuel Casella que vienen exhibiendo posiciones críticas en relación a la marcha del Gobierno.

El mismo malhumor que frenó a los radicales es el que precipitó la puesta en escena del peronismo no kirchnerista.

El salteño Juan Manuel Urtubey, el cordobés Juan Schiaretti, Sergio Massa y el senador Miguel Angel Pichetto, pusieron el cuerpo para la foto que terminó siendo el puntapié inicial de un sector que aspira a terciar entre Cambiemos y Cristina Kirchner.

La novel apuesta empieza a encarar una compleja construcción con escasa base territorial en la Provincia. Sin el concurso de una abrumadora mayoría de intendentes que se quedará bajo el paraguas de la ex presidenta, el desafío surge enorme.

La mayoría de los gobernadores puso la mira en Massa para transformarse en ese referente. Pero el tigrense está dispuesto a ir a la pelea por la Presidencia. Las miradas mutan entonces hacia Florencio Randazzo.

El ex ministro tuvo un gesto diferenciador: el mismo día que alumbraba Alternativa Argentina, se reunió con el gobernador de Tucumán, Juan Manzur. Puede que todos terminen coincidiendo en una gran Primaria, pero por ahora priman ciertos recelos.

La Provincia desvela también a Urtubey que se ve compitiendo en esa interna contra Massa. En las últimas semanas estuvo en Junín, como una primera aproximación. De a poco va apareciendo junto a dirigentes cercanos al duhaldismo: el ex ministro Alfredo Atanasof sería uno de ellos.

En forma paralela se va configurando la pata no peronista de este entente. Sectores radicales y del socialismo empezaron a trabajar juntos. En eso andan además dirigentes del Gen que lidera Margarita Stolbizer.

Massa empuja esa articulación. No sólo quiere mantener su acuerdo con Margarita. También cree que es necesario ampliar la base de sustentación de ese frente en ciernes.

Esa intención parece haber quedado plasmada en el nombre de la flamante propuesta. No parece un detalle menor que no aparezca alguna referencia al peronismo en la denominación de la esta oferta electoral incipiente, aún cuando los cuatro participantes de la foto estén o hayan pasado por el PJ.