Los sanmartinenses estamos orgullosos de poseer una importante historia, que en comparación con otros municipios, sobresale por su continua ingerencia en la historia nacional; además de varios vecinos implicados en ella, entre ellos José Hernández.
Aunque debemos lamentar que toda esa gran cantidad de personas, hechos y lugares históricos –que serían una bendición para cualquier pueblo pacífico y civilizado con la misma suerte- no se recrean en este pago, o se desatiende y se esconde, incluso alterando nombres originales.
Realmente es larga la lista de los hechos históricos de este pago que se inicia con la sugerente denominación de “Pago de la Virgen” y luego “Pago de los Santos Lugares”.

En una manera de recordar a José Hernández, hablaremos de su visión del gaucho y del indio (o nativo) que supo habitar estas tierras, o sea hablaremos de nuestras tradiciones, que sí las tenemos y forman parte de la idiosincrasia argentina.
El gaucho
Puede ser que algunos pintores locales hayan caricaturizado al gaucho con rasgos de algún tipo de nativo montado en matungos ajenos a las razas de caballares que se crían en la Argentina. Pero estas caricaturas molestaron a algunos grupos que expresaron que era una acción política para separar a los gauchos, ordenando sacar esos cuadros. Pero con el tiempo volvieron.
Realmente hubo gauchos desde Salta y Santa Catarina; Brasil, hasta la Patagonia. Sin embargo el gaucho de las pampas que ha permanecido tanto tiempo en la historia de este pueblo y asombró a otros, era un hombre-jinete de la pradera, de tipo caucásico, que no respondía al único tipo étnico fruto del mestizaje de la región rioplatense.
Formado inicialmente por los hijos segundos descastados de las familias dinásticas español-criolla y soldados desertores españoles; evidenciaron ser solitarios pero ayudaron a su manera, parecido a la convivencia que rige entre los marinos de altamar.
Vivieron en las fronteras con el indio y ganaron su amistad, preferían no trabajar para vivir y no entendieron al europeo. No buscaban los centros urbanos, como lo hace el hombre de campo hoy en día, y el ganado vacuno y caballar libre les cubría sus necesidades.
El territorio pampeano tenía suficientes cursos de agua potable, un clima amable y todo lo necesario para vivir sea cabalgando detrás del ganador o en busca de abrigo por mal tiempo o de aguadas.
Los gauchos fueron los primeros hombres blancos que vivieron en la zona dedicados a la ganadería, solo utilizando caballos y un buen cuchillo con el que fabricaban lo que necesitaban.
Buenos Aires y el gaucho
En medio del país disuelto con cada provincia por su lado, en 1822 Bernandino Rivadavia (ministro del gobernador Martín Rodríguez) con los pocos datos existentes de las expediciones a la Patagonia, nombró a los terratenientes al sur del río Salado.
Para mantener la propiedad estatal sobre ese desconocido territorio, aplicó la ley de enfiteusis. Así se les cobraba un canon de acuerdo a las negociaciones del empréstito con la firma Baring Brothers.

Para tal fin, el gobierno agrupó en dos empresas a los nuevos terratenientes. Por un lado la Compañía Tierras del Volcán integrada por Manuel José Haedo, Pedro Andrés García, José Pedro Aguirre y José María Roxas, todos miembros del directorio del Banco Nacional en 1826. Por otra parte, la Sociedad Rural Argentina con Luis Dorrego, Narciso Martínez, Ramón Larrea, Manuel Pinto, Francisco Santa Colona, Félix de Álzaga, Ambrosio Cramer, Bernardino Rivadavia, Manuel Haedo y José María Roxas.
La Sociedad Rural reclamará 367 mil hectáreas desde Punta Mogotes hasta la desembocadura del río Quequen. Tierras del Volcán solicitará al gobierno bonaerense 270 mil hectáreas en la zona del actual municipio de Balcarce.
Solo faltaba la pacificación de los indios. Y la oportunidad se aceleró ante la posible guerra con Brasil.
Cuando asume el general Las Heras como gobernador de Buenos Aires, en 1825, convocó al estanciero y coronel de milicias Juan Manuel de Rosas y entre otros al coronel Lavalle para que negocien un tratado entre los indios y la provincia. El objetivo era tener acceso terrestre al puerto de Carmen de Patagones, en caso de un bloqueo en el río de la Plata.
Rosas, que hablaba el idioma pampa, logra un acuerdo pacífico con la mayoría de las tribus indígenas. Consigue correr la frontera desde el río Salado hasta la línea Cabo Corrientes, Sierra de la Ventana, Tandil, laguna Cruz de Guerra hasta Junín; a cambio de provisiones comestibles, animales, prendas, insumos agrícolas y semillas.
Desde 1828 se fundan algunos fuertes y la zona comienza a poblarse de gauchos. Quizás la idea de entregar las ayudas al indígena solamente por medio de los caciques principales, fue la base para que las tribus se agruparan civil y comercialmente detrás de los grandes caciques reconocidos por Buenos Aires.
En la expedición al desierto de 1833, se avanza hacia el sur con mujeres y niños y solo se combaten un par de tribus vorogas –chilenas pro españolas- que llegaron a la pampa entre 1818 y 1820 escapando de la batalla de Maipú.
Por su parte los terratenientes de la capital estaban interesados en arrendar y hacer rentables sus campos, poblados de gauchos libres. Como no podían obligarlos a trabajar en las rutinas de la vida de campo, entonces salieron a combatir sus actitudes libertarias y solitarias; persiguiéndolos e impidiéndoles su modo de vida. Se dictaron leyes, especialmente contra ese sistema de vida, hasta que finalmente lograron la desaparición del gaucho a fines del siglo XIX.
En estas condiciones se va estabilizando la Patagonia y 1847 llega José Hernández a Sierra de la Ventana.
El Martín Fierro
Luego de fallecida su madre en 1843, a los 13 años José Hernández se traslada con su padre al campo de la Sierra de los Padres, cuya extensión iba desde Mar del Plata a la Laguna Brava. Allí comienza a trabajar con su padre como ayudante del capataz.
La estancia, que estaba en las sierras y la laguna de la Tandillia, fue el eje de una intensa movilidad social, beneficia por la protección de las sierras y la abundancia de agua potable. Incluso los nativos tenían ahí su punto de reunión.
Hernández desde su vida en Santos Lugares y en particular a partir de su llegada a Tandilia en 1847, plena frontera con los indios, aprendió a respetar a los gauchos, esos hombres que sabían negociar con los aborígenes y sobrevivir solos.

La política en la vida de José Hernández también tuvo incidencia de muy niño. Su madre, pertenecía a la familia de los Pueyrredón que era de filiación unitaria mientras que los Hernández eran federales.
En enero de 1853, cuando Hernández tenía 19 años, Buenos Aires decide pacificar a los federales rebelados del sur de la provincia. El general Gregorio Paz con 3500 hombres el 22 de enero de 1853 atacó y venció a los estancieros del sur en San Gregorio, a orillas del río Salado. Entre los federales derrotados estuvo el autor del Martín Fierro.
Pese a la derrota, la vida de Hernández continuará con una dinámica propia; que lo llevará a ser legislador de Buenos Aires y a escribir el Martín Fierro en 1872.
El día y la ciudad de la tradición
En 1934, en el centenario del natalicio del más famoso vecino sanmartinense, el Congreso de la Nación le rindió un particular homenaje por su importante aporte a la cultura argentina y la comprensión de las relaciones humanas.
Así, se sanciona el 22 de octubre de 1934 la Ley Nacional 21154 por la que se declara el 10 de noviembre Día de la Tradición y designando a la ciudad de San Martín como Ciudad de la Tradición.
Aunque los sanmartinenses no asistan masivamente a las fiestas locales de la Tradición, no cambia la historia ni los hechos, porque los héroes e ídolos como José Hernández están en el orgullo y los sentimientos locales, solo le falta un gran monumento que lo reconozca, que parecería demorado.