No efectuó estudios regulares ni universitarios, pero gracias a sus brillantes dotes naturales, José Hernández llegó a ser soldado, periodista, poeta, legislador, taquígrafo con destacada capacidad en cada una de ellas.
El autor del Martín Fierro, nació un día como hoy de 1834 en la Chacra de Pueyrredón, en la actual Villa Ballester.
Por una enfermedad pulmonar, Hernández se vio con frecuencia obligado a interrumpir sus tareas escolares. Sin embargo, su primer maestro, Pedro Sánchez, advirtió que el niño poseía dotes espirituales excepcionales y que era de generosos sentimientos, franco, decidido, inteligente y asombraba, sobre todo, por su excelente memoria.
Este talento, siendo ya hombre, causó asombro en los encuentros sociales, donde fue sometido a las más duras pruebas de retentiva, a las que siempre superó con verdadera decisión y felicidad.
Su aprendizaje de la vida en el campo
En su niñez y por su frágil salud, sus padres se vieron obligados a hacer un paréntesis a su vida escolar y mandarlo al campo.
Junto a su padre, trasladaba ganado para los saladeros de Cambaceres y Panthou. En Camarones y en la Laguna de los Padres (próxima a Mar del Plata), se hizo gaucho y aprendió a jinetear; tomó parte en varios entreveros rechazando malones de los indios; asistió a domas y presenció los grandes trabajos de la región pampeana demandaba a sus habitantes.
Recorrió los campos del interior bonaerense, donde había estancias inmensas. Algunas de las cuales, como la de Felipe Vela en el Tandil, llegó a tener más de 100 mil hectáreas.
Muy joven, a los 19 años, en enero de 1853, tuvo su primera acción militar en la batalla de San Gregorio. Formó parte de las tropas porteñas que defendieron a Buenos Aires del Ejército Federal y la autonomía política de la ciudad.
Pero en 1858, y tras una intensa actividad política, militar y periodística, cambió su postura y emigró a Entre Ríos donde se le nombró oficial segundo de la Contaduría Nacional de Paraná.
Como un actor político importante del federalismo que lideraba Justo José de Urquiza, combatió en las batallas de Cepeda y Pavón.
Consecuente con la política de la Confederación, después de 1860, mantuvo su postura opositora, como periodista, a Mitre y a Sarmiento.
Fue taquígrafo del Senado Nacional en Paraná y secretario privado del general Pedernera, durante su presidencia interina. Triunfante el Estado de Buenos Aires después de Pavón, Hernández se trasladó a Corrientes donde desempeñó los cargos de fiscal del Estado y después ministro del gobernador Evaristo López.
De regreso a Buenos Aires, en 1868, fundó el medio de prensa “El Río de la Plata”, pero al ser asesinado el general Urquiza y levantarse en armas López Jordán contra el gobierno nacional, la imprenta fue clausurada por las autoridades de Buenos Aires.
Hernández corrió a abrazar la causa jordanista y vencido el caudillo en Ñaembé, se vio obligado a emigrar a Brasil. Después se radicó en Buenos Aires, hacia el año 1874, al terminar la presidencia Sarmiento.
En esta época tumultuosa, donde la Argentina moderna se formaba entre la guerra civil, las corrientes inmigratorias y una política nacional que quería desandar el pasado reciente; Hernández fue un guerrero, revolucionario, periodista y orador popular.
Siempre fiel al partido Federal, que luego se llamaría Nacionalista, como periodista redactó en diversos diarios y fundó otros, entre los que cabe mencionar “La Reforma Pacífica” y el ya citado “El Río de la Plata”, en los cuales, estampó sus mejores artículos.
De regreso al país después de que Sarmiento terminó su mandato presidencial, el infatigable Hernández intervino en los debates sobre la cesión de Buenos Aires para que sea la capital de la República.
Al estallar la revolución de junio de 1880, dirigida por Carlos Tejedor, Hernández abandonó sus quehaceres y se unió a Carlos Guido y Spano, para dirigir la Cruz Roja. Después, en la normalidad, fue miembro del Consejo Nacional de Educación, consejero del Monte de Piedad y del Banco Hipotecario Nacional, y presidente de la comisión popular en la fundación de la capital de la provincia, La Plata.
Su trascendencia universal
Pero la obra que ha hecho a José Hernández inmortal es su famoso “Martín Fierro”, que empezó a escribir allá por el año 1870, y que aparentemente tenía listo para diciembre de 1872, según escribía en tal fecha a José Zoilo Miguens: “Al fin me he decidido a que mi pobre “Martín Fierro”, que me ha ayudado en algunos momentos a alejar el fastidio de la vida del hotel, salga a conocer el mundo…”.
La primera parte de esta obra admirable por su filosofía, la empezó a escribir Hernández, en el Hotel Argentino, ubicado entonces frente a la Casa de Gobierno, en Rivadavia y 25 de Mayo, en las noches de 1871, cuando la terrible fiebre amarilla hacía estragos en la capital porteña.
Hernández que acababa de fundar su diario, se dirigía de la imprenta al hotel, en lugar de ir a su quinta, ubicada en una zona delimitada por las calles Cañitas (hoy Luis María Campos), Cabildo, Olleros y Esteco (hoy José Hernández), la cual tenía una extensión de 30 manzanas, en la cual hoy se levanta el barrio de Belgrano.
Allí escribía apresando en los versos a los personajes que rescataba de sus experiencias como hombre de campo. Su intención era preservar la tradición gauchesca que era discriminada en el armado de un país que buscaba semejanzas en las principales ciudades europeas y negaba el amplio y diverso entramado económico, cultural y social del interior.
Hernández publicó también la “Vida del Chacho”, “Los 33 orientales”, “Instrucción del Estanciero” y la “Vuelta de Martín Fierro”, que han contribuido a realzar aún más el prestigio literario a escala universal, con decenas de traducciones de su obra.
José Hernández falleció en su quinta de Belgrano, el jueves 21 de octubre de 1886, atacado de una afección cardíaca y en aquella época desempeñaba como senador. Junto a Carolina González del Solar, tuvieron 7 hijos, seis mujeres y un varón.
Día de la Tradición
La tradición es el conjunto de costumbres, creencias y relatos de un pueblo, que se van transmitiendo de padres a hijos. Cada generación recibe el legado de las que la anteceden y colabora aportando lo suyo para las futuras. Así es que la tradición de una nación constituye su cultura popular y se forja de las costumbres de cada región.
El conjunto de las tradiciones de un pueblo está integrado por festividades religiosas, ritos indígenas relacionados con las leyes de la naturaleza, supersticiones, cánticos, bailes, vestimentas, juegos, músicas, comidas…
El Día de la Tradición se celebra en conmemoración del natalicio del poeta José Hernández, autor del libro “Martín Fierro”, máximo exponente de la literatura argentina.